El título bien podría tener dos sentidos, y voy a ser sincero: los tiene. El primero, el más tangible, refiere a la memoria verde-colectiva que nos tatuó para siempre ese pedazo de pasado. Es que hace un año,
paseábamos por las calles de Puebla, entrábamos al Cuauhtemoc por el túnel que entran los jugadores, presenciábamos las luchas entre Rudos y Técnicos, subíamos la pirámide más ancha del mundo, llegábamos al Rancho de Veracruz, cabalgábamos hasta la quebrada donde Gerardo quiere que sean arrojadas sus cenizas, desembarcábamos en Acapulco en la casa narco
que Fido nos consiguió, y tantas cosas más que son imposibles de volcar en unos renglones. Todo (excepto algunos resultados futbolísticos), estuvo a nuestro favor. Recuerdo al Volcán Popocatepetl humeando tranquilamente, sin esbozos de erupción, recuerdo un clima cálido, de bermuda y ojotas en pleno Agosto. También me viene a la memoria un granizo en Puebla y unos tormentones en Acapulco (pero sólo por las noches), y que decoraban el contexto.
Sin embargo auguraban un tremendo huracán que llegó a la semana siguiente y azotó parte de México, incluidos los estados de Puebla, Veracruz y Oaxaca. Recuerdo las palabras de Gerardo, contándome que debían permanecer casi atrincherados en sus casas, y que de haber sucedido esta violencia de la naturaleza durante nuestra estadía, poco hubiésemos podido hacer con nuestra gira. Sin duda que íbamos a pasarla bien, pero casi como refugiados. Así es que los dioses nos esperaron, o nos respetaron…o se compadecieron. ¿Cuál es el segundo sentido que tiene el título? El sentido proyectivo. No es una locura soñar con que estaremos dentro de un año viviendo una nueva gira por las tierras aztecas. Desde hace un año, creo firmemente que ningún sueño es una locura.
paseábamos por las calles de Puebla, entrábamos al Cuauhtemoc por el túnel que entran los jugadores, presenciábamos las luchas entre Rudos y Técnicos, subíamos la pirámide más ancha del mundo, llegábamos al Rancho de Veracruz, cabalgábamos hasta la quebrada donde Gerardo quiere que sean arrojadas sus cenizas, desembarcábamos en Acapulco en la casa narco 
que Fido nos consiguió, y tantas cosas más que son imposibles de volcar en unos renglones. Todo (excepto algunos resultados futbolísticos), estuvo a nuestro favor. Recuerdo al Volcán Popocatepetl humeando tranquilamente, sin esbozos de erupción, recuerdo un clima cálido, de bermuda y ojotas en pleno Agosto. También me viene a la memoria un granizo en Puebla y unos tormentones en Acapulco (pero sólo por las noches), y que decoraban el contexto. 
Sin embargo auguraban un tremendo huracán que llegó a la semana siguiente y azotó parte de México, incluidos los estados de Puebla, Veracruz y Oaxaca. Recuerdo las palabras de Gerardo, contándome que debían permanecer casi atrincherados en sus casas, y que de haber sucedido esta violencia de la naturaleza durante nuestra estadía, poco hubiésemos podido hacer con nuestra gira. Sin duda que íbamos a pasarla bien, pero casi como refugiados. Así es que los dioses nos esperaron, o nos respetaron…o se compadecieron. ¿Cuál es el segundo sentido que tiene el título? El sentido proyectivo. No es una locura soñar con que estaremos dentro de un año viviendo una nueva gira por las tierras aztecas. Desde hace un año, creo firmemente que ningún sueño es una locura.
2 comentarios:
Me pasó algo curioso: cuando estaba escribiendo este texto llamó a la oficina un tipo, cuando le pregunté el nombre me dijo: BASILIO. No es un nombre común por estas tierras, y así se llama el papá de Gerardo.
En la foto de Abbey Road el Colo está con su hijo no reconocido...al menos usan la misma chomba.
Publicar un comentario